Los americanos fueron los primeros en explicar la calidad entendida como gestión, y los japoneses en ponerla en práctica. Durante la segunda guerra mundial, en Estados Unidos se empieza a trabajar utilizando técnicas capaces de controlar la calidad de los productos. Deming – estadístico de la oficina del censo estadounidense – entre otros, enseño a los ingenieros y técnicos industriales a utilizar la estadística como medio para obtener mejores resultados en la manufacturación.
Japón, en 1945, queda prácticamente destruido y su capacidad industrial quedo reducida a cenizas. La necesidad imperiosa de levantar el país y el convencimiento de que la guerra fue ganada por lo norteamericanos gracias a los controles de calidad qua habían realizado en sus telecomunicaciones y fuerzas aéreas acerco a los maestros de la calidad a Japón (Saranshon, Deming y Jurán). En el periodo de la post guerra, los directivos japoneses aprendieron qué significa dirigir con calidad, los ingenieros aprendieron el control estadístico de la calidad y todos se concienciaron de su importancia.
Mientras tanto EEUU se convertía en el proveedor del mundo. El control de calidad desarrollado durante la guerra perdió su sentido. Las industrias americanas tenían que responder a una demanda que estaba hambrienta por consumir todo lo que no se le había dado hasta el momento. Estalla la producción en masa, es decir lo que importaba era la cantidad. Mucho, barato y bonito. Nació de esta forma el sueño americano y aparentemente, la economía crecía y el nivel de vida también. Las fábricas se dirigían según los principios de Taylor, sistema excelente para la fuerza de trabajo de Estados Unidos (principalmente inmigrantes) y para el objetivo que se buscaba, producir mucho. Deming, Jurán, Feigenbaum, etc. no tenían cabida en la industria americana. Quisieron enseñar a sus compatriotas una forma diferente de hacer las cosas, sin embargo, nadie les escuchaba. Todo marchaba sobre ruedas…producían mucho y vendían todo lo que producían. ¿Para qué cambiar? sin embargo, los japoneses aprendieron que no se trata de cuánto puedes hacer, sino cómo lo haces, ya que a la larga revierte en mayor producción a menor coste y mayor calidad total. Las reglas estaban cambiando.
En los años 70, y debido en gran medida a la crisis, los americanos ponen sus ojos en Japón. Comienza una nueva era para la economía americana. Los productos que ellos producían no eran tan buenos como de los japoneses. Las técnicas japonesas de management se comienzan a utilizar, pero no de forma integral. Se ponen de moda los círculos de calidad propuestos por Ishikawa y los directivos americanos viajan a Japón para ver como conseguían los japoneses productos de calidad tan superiores. Los americanos imitaban o intentaban adaptar lo que habían visto para ponerlo en práctica en sus empresas. Pero la calidad no es, en ningún caso, organizar círculos de calidad o utilizar “algunas” herramientas de calidad como Pareto o “La espina de pescado”. En realidad, la calidad en Japón estaba materializada en la actitud. Las técnicas se podían copiar, pero la actitud global no, ya que se necesita dar un giro a la forma de entender y hacer las cosas. Y eso es, precisamente, la mayor dificultad que encuentran nuestras empresas. Se trata de transmitir en cada instante que allí se trabaja motivado, con objetivos muy claros, sierre en equipo y, con la mentalidad de que “lo bueno es enemigo de lo mejor”. Este tipo de cultura que va perfectamente con la sociedad japonesa, resulta bastante difícil de transmitir en la sociedad occidental, sobretodo en Estados Unidos, donde el éxito personal es reconocido y potenciado hasta tal punto que los propios compañeros representan la competencia. En culturas de este tipo es difícil concienciar a las personas de que el éxito es de todas, esa ha sido, sencillamente, la razón fundamental para que los japoneses se posicionaran en primer lugar en la carrera de la calidad.
A finales de los 70 Crosby entra en acción en Estados Unidos. La calidad se empieza a entender como una necesidad, ya que el sueño americano se estaba hundiendo. Ya no era tan fácil vender, porque la demanda estaba defraudada. Si un americano quería comprar un producto de calidad tenía que comprar uno producido en otro país.
Y así llegamos a nuestros días. Ahora, en todo el mundo las industrias y sectores entienden globalmente qué es la calidad: la calidad supone productividad; la productividad supone un crecimiento en el nivel de vida y la calidad de vida es el futuro.
Japón, en 1945, queda prácticamente destruido y su capacidad industrial quedo reducida a cenizas. La necesidad imperiosa de levantar el país y el convencimiento de que la guerra fue ganada por lo norteamericanos gracias a los controles de calidad qua habían realizado en sus telecomunicaciones y fuerzas aéreas acerco a los maestros de la calidad a Japón (Saranshon, Deming y Jurán). En el periodo de la post guerra, los directivos japoneses aprendieron qué significa dirigir con calidad, los ingenieros aprendieron el control estadístico de la calidad y todos se concienciaron de su importancia.
Mientras tanto EEUU se convertía en el proveedor del mundo. El control de calidad desarrollado durante la guerra perdió su sentido. Las industrias americanas tenían que responder a una demanda que estaba hambrienta por consumir todo lo que no se le había dado hasta el momento. Estalla la producción en masa, es decir lo que importaba era la cantidad. Mucho, barato y bonito. Nació de esta forma el sueño americano y aparentemente, la economía crecía y el nivel de vida también. Las fábricas se dirigían según los principios de Taylor, sistema excelente para la fuerza de trabajo de Estados Unidos (principalmente inmigrantes) y para el objetivo que se buscaba, producir mucho. Deming, Jurán, Feigenbaum, etc. no tenían cabida en la industria americana. Quisieron enseñar a sus compatriotas una forma diferente de hacer las cosas, sin embargo, nadie les escuchaba. Todo marchaba sobre ruedas…producían mucho y vendían todo lo que producían. ¿Para qué cambiar? sin embargo, los japoneses aprendieron que no se trata de cuánto puedes hacer, sino cómo lo haces, ya que a la larga revierte en mayor producción a menor coste y mayor calidad total. Las reglas estaban cambiando.
En los años 70, y debido en gran medida a la crisis, los americanos ponen sus ojos en Japón. Comienza una nueva era para la economía americana. Los productos que ellos producían no eran tan buenos como de los japoneses. Las técnicas japonesas de management se comienzan a utilizar, pero no de forma integral. Se ponen de moda los círculos de calidad propuestos por Ishikawa y los directivos americanos viajan a Japón para ver como conseguían los japoneses productos de calidad tan superiores. Los americanos imitaban o intentaban adaptar lo que habían visto para ponerlo en práctica en sus empresas. Pero la calidad no es, en ningún caso, organizar círculos de calidad o utilizar “algunas” herramientas de calidad como Pareto o “La espina de pescado”. En realidad, la calidad en Japón estaba materializada en la actitud. Las técnicas se podían copiar, pero la actitud global no, ya que se necesita dar un giro a la forma de entender y hacer las cosas. Y eso es, precisamente, la mayor dificultad que encuentran nuestras empresas. Se trata de transmitir en cada instante que allí se trabaja motivado, con objetivos muy claros, sierre en equipo y, con la mentalidad de que “lo bueno es enemigo de lo mejor”. Este tipo de cultura que va perfectamente con la sociedad japonesa, resulta bastante difícil de transmitir en la sociedad occidental, sobretodo en Estados Unidos, donde el éxito personal es reconocido y potenciado hasta tal punto que los propios compañeros representan la competencia. En culturas de este tipo es difícil concienciar a las personas de que el éxito es de todas, esa ha sido, sencillamente, la razón fundamental para que los japoneses se posicionaran en primer lugar en la carrera de la calidad.
A finales de los 70 Crosby entra en acción en Estados Unidos. La calidad se empieza a entender como una necesidad, ya que el sueño americano se estaba hundiendo. Ya no era tan fácil vender, porque la demanda estaba defraudada. Si un americano quería comprar un producto de calidad tenía que comprar uno producido en otro país.
Y así llegamos a nuestros días. Ahora, en todo el mundo las industrias y sectores entienden globalmente qué es la calidad: la calidad supone productividad; la productividad supone un crecimiento en el nivel de vida y la calidad de vida es el futuro.
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