lunes, 29 de marzo de 2010

EL AUGE SÚBITO DE LA CALIDAD: LA GLOBALIZACIÓN DE LOS MERCADOS




Cada mañana millones de ciudadanos acuden a reuniones, citas de negocios, etc., a cientos o miles de kilómetros de su residencia particular regresando por las noches a su residencia habitual. Cada día millones de ciudadanos establecen su habitat provisional durante una o varias semanas a miles de kilómetros de sus hogares, simplemente para descansar, bañarse en una playa o acudir a un congreso. Cada día millones de ciudadanos encienden su televisión y tienen noticias de lo que suceden en los países y parajes mas recónditos del mundo, estableciendo un contacto de vivencia ideal que hace pocos años era inimaginable. Cada día, hora y minuto, los mercados de todas las clases se abren para comprar y vender mercancías y servicios de cualquier naturaleza en un intercambio mundializado y globalizado
El globo terráqueo se ha reducido al pensamiento “Think global, act local” (piensa globalmente, actúa localmente), dice Jhon Naisbitt. Cada vez son más quienes ofrecen más calidad y más barata. No importa donde uno esté, porque la distancia no existe. A través de la fibra óptica de las redes internacionales nos comunicamos, recibimos información, compramos, vendemos pero al instante. La calidad no es un atributo añadido, sino que tiene que formar parte de los productos y servicios desde su origen, en cada uno de los contactos que tiene el cliente, en cualquiera de sus percepciones. Estamos ante un nuevo consumidor, ante un nuevo cliente que conoce y sabe lo que damos por su dinero. Es un cliente que hoy puede ir a la republica dominicana, mañana a Pattaya, en el sureste asiático, o a Djerba, la isla tunesina que ofrece también hermosas playas, cultura e historia árabe y judía.
Nuestros clientes se han convertido en “nuestro cliente” con nombres y apellidos. Cada uno de ellos sabe lo que quiere, como lo quiere, cuando lo quiere y lo que está dispuesto a pagar. La calidad se ha convertido en la única referencia capaz de hacer cambiar a un cliente o de hacerle fiel a nuestros productos y servicios. Los hoteles, restaurantes, etc., cualquiera de las actividades turísticas, no tienen otra meta que la calidad, si quieren sobrevivir. En un mundo como el actual y como el que se avecina, no es posible ofertar la no calidad o la calidad a medias. El cliente va sumando nuestros errores, nuestros defectos, nuestra escasa profesionalidad y termina desviándose hasta encontrar a quienes nos sustituya en sus preferencias.
Estamos en la era de la calidad, porque estamos en la era del conocimiento en la “aldea global”, donde el cliente solo tiene, que “asomarse” para seleccionar o elegir lo que más le conviene. Solo asumiendo el contenido de esta nueva era de calidad y sabiendo como se expresa ante los ciudadanos seremos capaces de dar respuestas coherentes y adecuadas a sus necesidades. Como dice Nancy Austin y Tom Peters, “tenemos que convertirnos en fanáticos de nuestros clientes”. Solo esto nos tiene que preocupar. Cuando lo hayamos emprendido estaremos desarrollando el concepto de calidad.
En la primera década del siglo XXI, ya todos tenemos claro que gestionar con calidad es un imperativo para todos.

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